domingo, 16 de septiembre de 2012

Sobrevivir cuando ya estás muerto (XV)


XV

Iba por el campo recogiendo flores. Me encantaba ir con mi madre a esas excursiones.

  • ¡Vanesa! ¡Vanesa! - escuché gritar a mi madre desde la piedra donde se encontraba.
  • ¿Mamá? - dije con mi infantil voz mientras me acercaba.

Había alguien cogiendo a mi madre del brazo y, al momento, desaparecieron, quedándome yo sola en medio de aquel campo.

Recuerdo que abrí los ojos y una luz me cegó por completo. ¿Estaba muerta? Daba igual. Entonces me di cuenta de que podía mover las manos y los pies... Estaba tumbada y me levanté apoyándome con las manos en la cama. Me levanté rápido, demasiado rápido, pues noté mi estomago retorcerse de dolor y sentí como mi hombro izquierdo perdía la fuerza y volvía a caer en la cama hacia ese lado. Tumbada de nuevo, hice un leve sonido de dolor. Alguien abrió la cortina que separaba mi cama del resto de la habitación. Era una chica vestida de enfermera. La chica era bajita. Tenia el pelo castaño recogido en una especie de moño, labios carnosos, la nariz respingona y, sobre esta última, unos pequeños ojos que apenas se veían con sus gafas.

  • Desde luego... - dio un pequeño suspiro antes de proseguir – siempre que apareces por aquí tienes que hacer mucho ruido.

Cerró la cortina y entró acercándose hacia mi. Yo la miraba callada y vi como empezaba a quitarme el camisón que llevaba. A pesar de que seguramente me había visto sin ropa, me dio vergüenza que me viera sin el camisón. Empezó a quitarme vendas y a examinar mis vendas mientras hablaba conmigo para hacer más ameno el dolor y la situación.

  • Me llamo Leire, ¿tu eres Esme, no?
  • Si – dije débilmente.
  • Has tenido suerte, – rió un poco – te trajo un chico muy guapo que por suerte había intentado pararte la hemorragia bastante bien.
  • Después de curarme, ¿podré irme?
  • Tranquila, tranquila... - me pegó unos golpecitos en el hombro malo sin darse cuenta – Perdóname por los golpes. Aún debes estar unos días más. No sé que pasó pero la herida fue bastante grave.

Miré a otro lado mientras me acababa de curar. Sus manos eran delicadas y profesionales a la vez. Estaba todo en silencio y ella decidió romperlo.

  • Se rumorea que varios chicos se están matando por ti. ¿Con quién te quedarás? - dijo sin ninguna mala intención, simplemente por sacar conversación.
  • No es de tu incumbencia.

Acabó en silencio su trabajo y antes de salir, me miró a los ojos diciéndome: “Si necesitas algo solo llámame”.

Al irse Leire, me sentía muy cansada. Me toqué las heridas poco a poco recordando cada momento de la lucha. Así que inundándome en los recuerdos me llegó un gran sopor.


Mientras en otro lugar de la base...

Mila caminaba tranquila hacia la prisión. Silbaba tarareando una cancioncilla alegre. Llegó al centro de aquella habitación rodeada de barrotes. Ambos, Ángel y Adam, estaban tirados en el suelo intentando dormir un poco pues ya habían decidido que lo mejor seria ignorarse mientras estaban en aquellas mugrientas celdas. Mila se acercó a la puerta de Ángel y le dijo:

  • Ángel levántate, te toca hacer el turno de vigilancia del comedor.

Ángel se levantó en silencio y, de la misma forma, salió de la sala para ir a hacer sus deberes. Entonces, Mila se acercó a Adam.

  • No voy a salir, ¿verdad? - se adelantó a decir él cuando vio la pequeña sonrisa que se le escapaba a Mila..
  • Eres un chico inteligente...¿Qué sabes de este mundo? ¿Quiénes sois Vanesa y tu? - dijo muy seria.
  • Somos dos personas como tu o como cualquiera de los de aquí. Por lo tanto, sé tanto como tu de este maldito mundo – cogió un barrote con fuerza -. ¿Cómo está Vanesa?
  • Está en enfermería pero no es nada grave aunque … podría serlo. ¿Por qué no eres un poco más sincero conmigo? - dijo mirándole con sus dulces ojos de niña.
  • ¿Qué le ha pasado? - visto que ella no contestaba, continuó – No se nada, nada...
  • Te dejaré tiempo para que pienses lo que me tienes que decir - dijo mientras se iba por la puerta.



Cinco días después, en la enfermería...

Desperté por el terrible dolor proveniente de mi herida en el estomago. Abrí los ojos y estaba empapada en sudor.

  • ¿Quieres que llamé a la enfermera? Tienes mala cara.

Abrí bien los ojos y vi que se trataba de Marco. Intenté sonreír un poco mientras le daba un débil gracias.

  • No me des las gracias tan rápido. Sé quien eres – se acercó a mi oreja – y sé que puedes sacarme de aquí. Me debes una, recuérdalo.
  • Desgraciadamente, no recuerdo nada – dije mientras me miraba expectante – Pero haré todo lo posible para conseguirlo. No me gusta deber nada.
  • Bien. En cuanto a lo de tu herida... te encontré volviendo a la base. Además, supongo que te preguntaran por el chico que te acompañaba. Simplemente diles que fue asesinado por el que te atacó. Adiós – dijo mientras se iba.

Cuando se fue Marco, miré a mi alrededor. A mi derecha había una mesita con agua, un vaso y unas pastillas con un papelito en el que ponía: “Calmantes”. Supuse que las habría dejado Leire. Decidí tomarlas. Al rato, no me sentía mejor pero tenia la necesidad de levantarme de esa cama. Probé a incorporarme y fue mejor que la primera vez que lo hice. Mi hombro estaba mejor pero mi estomago aun se sentía como si lo quemaran por dentro. Apoye mis pies en el suelo notando el frío que de él provenía. Poco a poco me levanté y di unos pasos con mucho cuidado. Volver a caminar era como seguir adelante tras una adversidad, no te quita el dolor pero aprendes a convivir con él. Tras varios intentos de caminar por mi pequeña “habitación” (mi cama estaba separada de la otra por unas simples cortinas), decidí salir. Y cuando crees que ya lo tienes todo hecho, queda algo por arreglar.

  • ¡Esme! ¿Dónde te crees que vas?

Ahí estaba ella, Leire, tan trabajadora como siempre. Vino hacia mi con un torbellino y yo tenia la certeza de que me regañaría. Entonces, me erguí rápidamente, aparentando estar en plenas condiciones.

  • Iba a visitar a unos amigos. Es urgente.
  • Nada de eso – tocó mi estomago y yo resoplé -, lo único verdaderamente urgente aquí es tu salud. Vuelve a la cama.
  • Quiero ver a unas personas, luego volveré aquí. Luego... haré todo lo que me pidas.
  • Esme... - dijo subiéndose las gafas con su dedo índice – has estado durmiendo durante cinco días. No te precipites. Descansa un día más. Solo uno más y yo misma te ayudaré a ir donde quieras. Hoy estoy muy ocupada.
  • Gracias.

No estaba muy convencida. No me gustaba que las cosas no salieran como yo quería pero no iba a ganar nada discutiendo así que volví sin más a mi cama. Quería verlos... quería ver a Adam y a Ángel. Tal vez me habían venido a ver y yo estaba inconsciente o, a lo mejor, aun no habían salido de la prisión.

2 comentarios:

  1. Ei Olga, este conte també te l'has inventat tu? O encara l'estas continuant? No sé com puc seguir-te, ja m'ensenyaràs a fer-ho. ;)

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  2. esta muy bueno
    me gusto, espero el siguiente capitulo
    y que se decida por Ángel xDDD
    saludos!!

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