miércoles, 11 de julio de 2012

Sobrevivir cuando ya estas muerto (XI)



XI

Tanto Adam como yo luchábamos sin descanso y parecía que no acabáramos nunca. Monjes, monjes y más monjes. De repente, sin darme apenas cuenta, habían desaparecido más de la mitad y entre todos ellos pudimos ver un hombre. Me resultaba familiar.

  • Gracias por tu ayuda. Soy Marco – dijo con una voz seria.
Tanto Adam como yo no teníamos palabras después de ver que un solo hombre se hubiera ocupado de todos aquellos monjes.

  • Van a venir más. Debemos marcharnos – dijo mientras iba a algún lugar entre la oscuridad -. ¡Vamos!

Adam no puso buena cara pero al ver que estaba agotada aceptó seguirlo. Nos alejamos unas dos calles de aquel lugar para reponer fuerzas.

  • Marco, te salvé cuando aún eras nuevo aquí, ¿no? - tenía curiosidad por saber si era aquel hombre aterrador que encontré el día que recibí por primera vez una nota de A.L.
  • Sí, te perdí la pista cuando pasaste por debajo de un coche. Creía que habías muerto después de la explosión – tenía una cara totalmente inexpresiva.

Los tres estuvimos hablando durante algún rato hasta que apareció ante mis ojos Ángel. Llegó agotado. Parecía que hubiera corrido por la ciudad durante un día entero y, encima, cojeando. Ángel y Adam se miraron como dos gladiadores antes de entrar en la arena. Fui corriendo a agarrar a Ángel que parecía que se iba a caer de un momento a otro.

  • ¿Qué haces aquí? Aún estás herido – estaba realmente preocupada.
  • No, Esme, no... - agachó la cabeza y luego volvió a mirarme - ¿Qué coño haces tu aquí? De todas formas, dice Mila que te dio dos días y ya ha pasado el tiempo acordado.
  • ¿Esme? ¿Quién es Esme? - dijo Adam furioso.
  • Ya está bien Adam. No quiero discusiones. Aquí soy Esme – miré de nuevo a Ángel-. Estaría bien volver pero debemos acabar la misión.
  • ¿Pensabais entrar allí? ¿En esas puertas? - preguntó Marco.
  • Sí, ¿qué ocurre? - contestó enfadado Adam, no por Marco sino por la otra compañía que teníamos.
  • Chaval, - Marco miró a Ángel – si tenéis amatista allí a donde vais, estaría bien coger un poco.
  • Sí que hay – contestó mirándome dulcemente como si no quisiera dejar de verme ni un segundo -. Volvamos.

Hablé con Adam en privado intentando que me hiciera caso y volviera con nosotros a la base. Al final decidió que fuera yo sola que él debía hacer unas cosas. Se despidió susurrándome en la oreja: “No seas igual que tu madre, no me hagas daño.” Me toqué la nuca instintivamente y vi como se marchaba llevando en su espalda una mancha roja ya que se le había abierto la herida que le hizo Mila. Me rompía el corazón aquella escena.

Llegamos a la base y Mila nos recibió dándonos una habitación a cada uno para que pudiéramos descansar. Me fijé que cuando Mila nos saludó alguien entró detrás nuestra. No hice mucho caso y me fui a mi habitación dándome cuenta que Mila cogió del brazo a ese alguien y se lo llevó a una sala. Yo simplemente me tumbé un rato.

Mientras... Mila hablaba en su despacho con Ronald.

  • ¿La has seguido?
  • Sí, señora. Hice todo lo que me mandó. He descubierta nueva información.
  • Nombre del individuo y localización de su base.
  • Adam Llorente – el tal Ronald parecía una máquina, tanto al moverse como al hablar-. Su base está en la zona Norte, sector 3.
  • Muy bien, - Mila frotaba sus manos mientras hacia proseguir a su compañero – ahora... dame toda la información que hayas recolectado.
  • Adam es el prometido de Esme. El nombre verdadero de Esme es Vanesa. Ambos están aquí por una misión. Aparentemente Vanesa no recuerda casi nada de la vida terrenal. Además, - dijo sacando algo de una mochila – encontré este cofre que parece tener mucho valor para ese Adam.
  • Muy bien, muy bien – dijo Mila sonriendo -. Pongamos las cosas más interesantes.

En mi habitación...

Yo no paraba de dar vueltas en la cama. Algo no dejaba de rondar en mi cabeza y aún no sabía muy bien que era. Decidí entretenerme limpiando las armas. Me di cuenta que tenía algunas rotas así que salí a ver si alguien me las podía arreglar o si podía encontrar algo de la munición que también andaba escasa. De nuevo en aquel pasillo semejante al de un hospital. Empecé a caminar por él, aunque me encontré pronto con Mila.

  • Hola, Esme. ¿Has descubierto lo que querías? - me dijo con su tierna sonrisa de niña.
  • Hola. Pues... no he descubierto todo lo que quería pero si me he enterado de bastantes cosas. Por cierto, ¿puedo arreglar mis armas en algún lugar?
  • Sí, de hecho, tenemos un mecánico en la base que nos lo arregla todo – alzó su mano y señaló hacia un pasillo que se encontraba detrás mio -. Continua por allí y verás un cartel que pone taller.
  • Gracias – le sonreí -, nos vemos luego.

Seguí sus indicaciones y allí estaba el taller. Su puerta era diferente a todas las demás. Diferente no tiene porque significar peor, pero en este caso lo era. La puerta tenía señales de golpes e, incluso, pinturas de diferentes colores cubriendo su roída madera. De repente, sentí un suave aire en mi cuello y un dulce susurro que decía: “ ¿No entras, guapa? Hay muchas cosas interesantes ahí dentro.” Me giré y mi nariz se quedó a un palmo de los labios de un chico joven. Era el chico que me indicó donde estaba Ángel la otra vez. Me giré ignorándolo y entré en la habitación. Escuché como se reía y entraba detrás de mi.

Aquella habitación era el caos. Estaba llena de armas puestas por todo el lugar sin ningún tipo de orden. Vi una silla en medio de aquel desastre y cuando me giré vi que el chico me señalaba que me sentará en ella. Él pasó por delante de mi poniéndose detrás de una mesa cubierta de papeles.

  • ¡Bienvenida a mi mansión! - sonrió y se encendió un cigarrillo -. ¿Qué desea la princesa?
  • Tengo algunas armas dañadas – empecé a sacar desde la más importante para mi a la menos importante -. Me dijo Mila que tu podrías arreglarlas – hice una pausa mientras le miraba -. Además me gustaría un poco de munición.
  • Muy bien – me guiñó el ojo -. Mientras le pego una ojeada a estas maravillas ves a aquella esquina. Allí encontraras todo tipo de munición, coge lo que te plazca.

Me acerqué y miré los diferentes tipos de munición y, de paso, todos los cachivaches que tenía por allí. Miré de reojo al chico y me dí cuenta de que cuando trabajaba parecía una persona totalmente diferente. Era tan meticuloso y cuidadoso con cada pieza de cada arma como lo sería una madre con su recién nacido. Además, su cara se volvía aniñada y tranquila cuando hacía aquello que le gustaba.

  • Preciosa, ¿quieres que te enseñe? - dijo con la misma cara amable, que cambió al continuar hablando por una más picara - O tal vez, ¿prefieres que lo deje para luego y hagamos cosas más divertidas?

Entonces me di cuenta, todo su carácter es pura fachada. Me acerqué a él cogiendo un mechero que había encontrado. Me puse a su lado y le encendí el cigarro.

  • Enseñame a tratar las armas – cogí mi arma tomándola de su mano suavemente -, enseñame a sentirlas.

5 comentarios:

  1. oh esta genial!!
    mucho suspenso
    saludos ^^

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  2. Desde luego que tienes buen gusto eso no hay quien lo discuta ;). Un beso.

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  3. cada ves esta mejor, me encanta cuando Adam se enoja, ahora hay mas chicos guapos, dios que dific, ¿a quien elijira?,¡puf!
    Pd:me encanto
    -Agus-

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  4. que guapo !!! . Me esta gustando la historia

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  5. dehecho mucho mucho suspenso
    si va mejorando mucho la historia
    te dije que va muy bien n_n

    super like <3
    jejejeje

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